Playa del Carmen y la discoteca

Pling... Desbloquea el whatsapp cuando nos despertamos ayer por la mañana. Era nuestro pequeño gran amigo Amando. Si todavía queríamos ir a Playa del Carmen hoy. Sí senōr¡! fue mi entusiasta respuesta. ¡Estaré allí a las 10 am senōr! Así que todo fue como la seda.

Sentados en el taxi de Amando, ahora familiar para nosotros, un tanto sencillo .le hicimos la pregunta que ya habíamos pensado en Holanda. Amando, por motivos sentimentales, ¿podrías llevarnos al Riu Palace México de Playa del Carmen? Amando asintió con la cabeza y allí estábamos de repente, de camino a un trozo del pasado, un trozo de recuerdos para Michelle y una sensación para mí mismo porque he oído a mi mujer hablar y contar esto muchas veces.

Tras algo menos de 40 minutos en coche, atravesando barrios y calles súper ricos pero ciertamente menos afortunados, de repente nos detuvimos. Miramos hacia arriba y allí estaban las escaleras tan familiares. Casi icónica. Pero también había seguridad. Y no estaban muy contentos de que hubiéramos venido a hacer fotos. Si queríamos entrar, teníamos que comprar un pase de un día de 10.000 pesos por persona. Eso no iba a ocurrir hasta dentro de una hora, por supuesto. Pero a Amando no le gustó y consiguió que nos hiciéramos la codiciada foto. Sin pase diario.

Después de tomar rápidamente la foto y reenviársela a Rob y José, llegó la hora de la Quinta Avenida en la misma Playa del Carmen. Y resultó ser todo un espectáculo. Qué gigantesca mezcla de restaurantes locales en todos los colores del arco iris, y los diseños súper elegantes de las tiendas de Alta Costura de las súper grandes marcas de lujo del mundo. Prada, Gucci, Sisley, Oakley, Cartier, Breitling, todos estaban allí. Pieza a pieza con precios que no se encuentran en Europa. Y todo pensado a la perfección.

De repente sonó Amigo amigo, ven a comer algo. Antes de darme cuenta, estaba estrechando la mano de Héctor, o como él mismo se presentó. /, Héctor el Conector. Era un hombre que estaba convencido de que debíamos ir a ver su establecimiento. Tras una breve charla, nos negamos. Al fin y al cabo, todavía estábamos curioseando y no teníamos hambre. Así que nos fuimos. Primero fuimos a Ultrafemme para comprar protección para el pelo de Michelle, que de otro modo se habría vuelto rubio platino al final de las vacaciones. Con la ayuda de una mujer muy falsa pero simpática llamada Angélica, lo hicimos en un santiamén y salimos por la puerta con la protección capilar necesaria...... y el gel de ducha..... Y, bueno, no importa.

En cualquier caso, ¡estaba de primera! ¡Cariño, cariño! oí de repente. Ahora caminábamos por una pequeña pero cara sección de la zona comercial cubierta de la Quinta Avenida. A Sunglass Island, echaremos un vistazo. Asentí con la cabeza y entramos. Mientras recorríamos a toda velocidad las filas de Ray Ban y Oakley, Michelle se dio cuenta de que había algunas marcas realmente interesantes en esta tienda. Incluso Cartier estaba francamente bien representada. Tuve que probármelas, sólo por diversión.

No le demos más vueltas, pero según Michelle, tenía muy buena pinta. Así que recorrimos tiendas y calles y nos empapamos de los colores de Playa del Carmen. (¡Subiremos las fotos más tarde!)

Una vez de vuelta en el complejo, poco a poco fue llegando la hora de comer en Kahlo, el restaurante mexicano que funcionaba chic y a la carta. Recién vestidos y una vez allí, pronto nos quedó claro que México era algo más que comida callejera.

Qué comida tan deliciosa nos habían preparado. Sólo hay 1 problema..... Estamos atrapados en el aeropuerto O'Hare de Chicago mientras escribo esto. Y allí es difícil escribir. Así que por mucho que me hubiera gustado escribir.... aquí, es muy difícil. Pero prometo, también en nombre de Michelle: ¡¡¡os lo contaremos todo cuando volvamos mañana!!! Por supuesto, también sobre los otros días en los que no hemos escrito nada.

En dos horas partiremos por fin hacia nuestra querida Holanda. ¡¡¡Os quiero a todos!!! ¡Hasta entonces! 😘